Afortunadamente los gobiernos ya han tomado conciencia de la magnitud del problema de los plásticos y han comenzado a tomar medidas al respecto.

En fechas recientes entró en vigor la obligatoriedad de los comercios de cobrar por las bolsas de plástico.

El objetivo de esta medida, que se ha implantado a nivel europeo, es el de reducir el uso de estas bolsas, cuya vida útil es muy corta y que casi nunca se reciclan.

Como resultado estas bolsas de plástico suelen acabar en los océanos, en los vertederos o lo que es peor, en el estómago de la fauna marina.

Pero al margen de las medidas gubernamentales destinadas a minimizar el impacto ambiental de los plásticos, también se están llevando a cabo iniciativas de investigación privadas que van en la misma línea.

Probablemente una de las más interesantes es la que han presentado en público dos chilenos, y que puede llegar a revolucionar las bolsas de plástico tal y como las entendemos.

El tiempo medio que una bolsa de plástico necesita para descomponerse por completo por acción de la naturaleza puede ser de 150 años como mínimo y 500 años como máximo.

Roberto Astete y Cristian Olivares, los dos responsables de este nuevo tipo de bolsas de plástico, han creado un material que funciona exactamente igual pero que puede degradarse en 5 minutos al contacto con el agua.

Sustituyendo los derivados del petróleo con los que se realizan estas bolsas de plástico por alcohol de polivinilo, que es soluble en agua, se consigue que no tenga que ser el paso del tiempo quien elimine este material, sino que esa decisión esté en manos del propio consumidor.

Un paso de gigante en la eliminación de residuos plásticos

Este descubrimiento supone un salto cualitativo en lo que se refiere a la eliminación de residuos plásticos, ya que deja en manos del hombre la decisión de cuando y como deshacerse de esas bolsas una vez que han servido a su propósito.

Hay que tener en cuenta que las bolsas de plástico se utilizan a nivel mundial, pero durante un periodo muy corto de tiempo -una media de 15 minutos- pasado el cual normalmente no se les da ningún otro uso. Habitualmente se acumulan hasta que algún día se decide deshacerse de ellas.

Con el invento de estos dos chilenos, una lavadora o una olla pueden convertirse en máquinas de reciclaje, ya que basta con introducir las bolsas en agua para que estas se descompongan pasados unos pocos minutos.

Y aun hay más. No sólo el proceso de eliminación puede llevarse a cabo en la propia casa de un modo tan sencillo como introduciendo esas bolsas en agua, sino que ésta sigue siendo perfectamente utilizable e incluso potable.

Para probarlo, Astete y Olivares hicieron una demostración pública de la degradación de sus bolsas de plástico, y tras introducirlas en agua, la bebieron.

Si bien es cierto que ésta queda con un color turbio y poco atractivo, lo cierto es que fue la mejor forma de probar que el agua en el que se eliminan estas bolsas puede ser utilizada para cualquier uso normal. Incluso el consumo humano.

Aplicaciones útiles de este descubrimiento

Las aplicaciones y posibilidades de este descubrimiento son excitantes. En palabras de Astete y Olivares, la creación de este material se asemeja a hacer pan “Para hacer pan se necesita harina y otros componentes. Nuestra harina es el alcohol de polivinilo y los otros componentes son aprobados por la FDA

Gracias a crear una materia prima aplicable a la fabricación de diferentes productos y a que no sería necesario crear un nuevo tejido industrial, sino únicamente aprovechar la infraestructura existente y cambiar la fórmula, este material podría emplearse de manera inmediata para la fabricación a gran escala no sólo de bolsas de plástico, sino de otros objetos.

Cubiertos, platos y envases de plástico o productos hospitalarios de un solo uso como protectores de camillas, o batas y gorros del personal médico podrían comenzar a comercializarse a corto plazo sin inversión adicional y a precios similares a los que actualmente tienen, pero con la ventaja adicional de poder ser destruidos después de su utilización en tan sólo 5 minutos por un método tan sencillo como sumergirlos en agua.

Y en cuanto a las bolsas, las ventajas no acaban en la facilidad de eliminación. Los fabricantes pueden programar la temperatura a la que se degrada el plástico al contacto con el agua para evitar que la lluvia las deshaga, y también se disuelven al contacto con la lengua o las lágrimas, lo que evitaría gran parte de los casos de asfixia que se producen como resultado de que los niños las manipulen y se las pongan en la cabeza.

En definitiva, un interesantísimo avance en materia medioambiental que esperemos se traduzca en una adopción masiva de este material como sustitutivo del plástico realizado por métodos tradicionales.