El aceite de palma es odiado y amado a partes iguales, si bien por colectivos y razones muy distintas.

Por un lado podemos mencionar a los nutricionistas y los ecologistas en el grupo de sus acérrimos enemigos, mientras al otro se encontraría la industria alimentaria y sus accionistas, que lo aman profundamente ya que en buena medida es responsable de sus pingües beneficios.

Quienes abogan por la desaparición del aceite de palma lo hacen movidos por razones sólidas.

El aceite de palma es una grasa vegetal muy poco saludable desde el punto de vista nutricional, desde luego, muchísimo menos que el aceite de oliva.

Por su parte los ecologistas también están en pie de guerra contra este tipo de aceite por el impacto que sus plantaciones están teniendo en el hábitat natural de numerosas especies.

Pero los intereses económicos que hay detrás de este producto son demasiado importantes como para poder ignorarlos.

El aceite de palma no sólo se emplea en la elaboración de alimentos procesados como bollería industrial, chocolates, productos de confitería, o margarinas sino también en cosméticos, champús, dentífricos y jabones.

Su económico precio y versatilidad lo hacen el aceite más usado del mundo, de manera que detrás de su fabricación hay miles de personas que dependen de esta industria.

Sin embargo, la concienciación acerca de las consecuencias que este aceite produce sobre la ecología han llevado a colectivos y gobiernos a comenzar una campaña de acoso y derribo que puede tener consecuencias inesperadas.

Al menos esa es la opinión del biólogo holandés Erik Meijaard, que a pesar de admitir que este cultivo es responsable en gran medida de la deforestación de alguna zonas y de poner en peligro la supervivencia de algunos animales como los orangutanes, ha alertado de que prohibir el aceite de palma podría producir efectos mucho peores que los que se pretende evitar.

Alternativas al aceite de Palma

Los detractores del aceite de palma hacen campaña para que se encuentren alternativas más sanas y ecológicamente menos dañinas. Pero lo cierto es que no se trata de una cuestión tan sencilla.

En primer lugar, la sustitución del aceite de palma por otros aceites como el de colza o girasol que son notablemente más caros tendría impacto en los precios de todos aquellos productos en los que se emplea. Es lógico pensar que los fabricantes no aceptarían de buen grado recortar sus beneficios, y que al menos una gran parte de ese incremento en costes repercutiría en el precio final que pagamos los consumidores.

Pero es que además todas las alternativas al aceite de palma requieren una extensión de cultivo mucho mayor. Los aceites que podrían emplearse como alternativa son los de soja, colza, maíz o girasol y para obtener la misma cantidad de aceite que se obtiene con el cultivo de una hectárea de plantación de palma, se precisan del orden de 9 hectáreas con los aceites alternativos.

Es evidente que si la deforestación es un gran problema por la demanda de aceite de palma, dicha demanda no iba a reducirse por el hecho de que se emplease un aceite alternativo. Por lo tanto, la primera consecuencia de emplear otros aceites sería una deforestación aún mayor al necesitarse de más terrenos para obtener la misma producción.

El impacto sobre la fauna, además, terminaría siendo similar. Aunque los orangutanes y el resto de especies amenazadas por la proliferación de cultivos destinados a la fabricación del aceite de palma quedasen a salvo del peligro, éste se trasladaría a otras zonas.

aceite de palma orangutanY así podríamos comprobar que todo el avance logrado supondría cambiar el nombre y la ubicación de la especie animal en riesgo.

¿Existe solución al problema?

Como puede verse se trata de un asunto complejo para el que no parece funcionar una maniobra coercitiva como el boicot al aceite de palma.

Erik Meijaard aboga en su lugar por un planteamiento conciliador, dado que la demanda no va a detenerse y que se espera continúe incrementándose de manera sostenida al menos hasta 2050.

Así, por ejemplo, propone que se conceda un certificado de sostenibilidad a los productores que no talen bosques para la creación de estos cultivos, y que gobiernos y organizaciones privadas estimulen la demanda de este aceite de palma con certificación hasta que se convierta en la norma.

Lo que parece claro es que hacen falta propuestas y soluciones creativas para preservar la biodiversidad, dado que el uso del aceite de palma no parece que vaya a disminuir y que apostar por otras alternativas presenta más inconvenientes que ventajas.

La fauna de los bosques tropicales seguirá estando en grave riesgo de desaparición si la demanda de aceites vegetales como el aceite de palma continúa creciendo indefinidamente y los intereses económicos llevan a la tala de grandes extensiones para dar respuesta a dicha demanda.